La verdad es que la victoria electoral de octubre no tendría porqué ser una hipótesis muy probable: a estas alturas, tras 13 años de anarquía, estancamiento y violencia, debería ser una certeza. Con la mitad de lo que hemos tenido que vivir durante todos estos años, hace rato habría bastimento para producirle al patético elenco gobernante actual una resonante y holgada derrota electoral. Por mucho que el gobierno actual tenga dinero e invierta en subsidios
Constituye una dura experiencia salir del país y constatar cómo la conflictividad política, la ceguera ideológica y el cretinismo administrativo tienen a la nación anclada a este peligrosísimo estado de estancamiento. Una parálisis tóxica, con algunos elementos irracionales, cuyo rasgo más perturbador, que sin duda puede extenderse durante los próximos años, consiste en que se ha transformado en una especie de rutina comúnmente aceptada por todos.
En lugar de extenderse un estado de indignación general ante las sobradas muestras de impericia que ofrece una y otra vez esta lamentable administración, la realidad venezolana ofrece en este momento algunos contrapuntos francamente irónicos. Un número apreciable de compatriotas parece que se figurara que el cúmulo de calamidades que le atormentan conforma una especie de circunstancia inevitable, sobre la cual poco queda por hacer.
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